Dejar que el cambio suceda
Sobre los cambios que llegan solo cuando estamos preparados para asumirlos
Ya hacía días que quería escribir esta carta. Creo que es de las más raras que te he hecho llegar, o a mí me lo parece, probablemente porque voy a hablar de cosas que aún no comprendo del todo. Aun así, quiero compartir un pequeño proceso que está en marcha, algo que no suelo hacer. Algunos quizá sabéis (incluso puede que lo hayáis leído) que en 2020 edité en España un libro que ha acabado por convertirse en un referente en todo lo que tiene que ver con el cambio de hábitos. Se titula Hábitos atómicos, y su autor, James Clear, propone una fórmula sencilla y muy afortunada, fundamentada en un buen poso de investigación proveniente de la neurociencia y de la psicología, entre otros, para ayudarnos a adquirir nuevos hábitos que sustituyan a los que no nos convienen. Los hábitos atómicos se llaman así porque empiezan por cambios que, si bien pueden ser tan minúsculos como una partícula, cuando los repetimos en el día a día de forma consistente acaban consolidándose y convirtiéndose en todo en tsunami. ¿Os resulta familiar la experiencia? Si no habéis leído el libro, por cierto, hacedlo :)
Pensaba, y de ahí esta carta, en una idea relacionada con la de Clear que baila por mi mente desde hace semanas. Porque es cierto que a veces tenemos claro lo que queremos cambiar y solo necesitamos enfocarnos en cómo hacerlo. Trazamos un plan, le ponemos ganas e intención, nos ayudamos con la lectura de un buen libro o de un profesional que nos acompañe en el camino, dependiendo de la magnitud del cambio del que se trate. Pero sucede a veces que los cambios no son el resultado de una intención concreta y consciente, sino que se dan de forma más orgánica y natural cuando por el motivo que seas quitas de en medio algo que estaba estorbando. Son cambios que se producen cuanto estás preparada para asumirlos, sin que tengas que esforzarte para lograrlos, al menos no en el sentido en el que solemos entender el esfuerzo. También pensaba en cómo en ocasiones esos cambios apenas perceptibles sino para quien los vive arrastran a su vez a otros, y quizá luego a otros que se encontraban en el mismo ancho de banda, aunque de entrada no parecía que tuvieran mucho que ver entre sí.
Os lo cuento mejor con un ejemplo personal, el pequeño proceso del que hablaba más arriba: resulta que desde hace más o menos un mes mi postura corporal ha cambiado. La “culpa” la tienen las clases de Bioenergética a las que asisto desde inicios de septiembre. En otro momento me gustaría compartir más cosas de esta práctica que ha aparecido en mi vida por una de esas “casualidades” maravillosas, pero hoy quiero hablarte de lo que nos ocupa: los cambios que llevan a otros cambios sin que nos lo propongamos. En mi caso, desde el primer o el segundo día de clase, camino más erguida y con los hombros más hacia atrás. Esto ha traído algún que otro reajuste en mi cuerpo al que aún me estoy adaptando, alguno incluso en forma de dolor o de molestia. El porqué ha sucedido este cambio requerirá quizá de otra carta, pero de momento me quedo en esto: ¿qué importancia puede tener en mi vida una variación tan minúscula y que ni siquiera me había propuesto? Pues muchísima, como verás. Esa pequeña corrección en mi postura, que ahora es más vertical y está menos contraída, hace que de entrada también sea mucho más consciente de mis apoyos, de mis pies sobre la Tierra. Parece un detalle, de nuevo, pero es una diferencia muy grande ir por la vida sintiendo a cada momento que una se sostiene con fuerza sobre suelo firme. De repente aparece otra seguridad, una mayor conexión interna. Hasta la voz sale diferente. Y claro, como mi cuerpo ahora dibuja una línea mucho más vertical mi cabeza también apunta más claramente hacia el Cielo. Supongo que ya vais viendo adónde quiero llegar.
En esa línea más vertical que soy ahora estoy encontrando una vía directa hacia la inspiración en muchas áreas de mi vida. Es como si se hubiera desbloqueado un canal de comunicación que estaba un poco atorado, ¿quizá porque mis hombros ligeramente cargados y mi espalda algo redondeada lo obstaculizaban sin querer? Sé que explicado así puede resultar simplista o incluso un poco volado, y sí, es difícil encontrar las palabras adecuadas para contarlo con la sutileza que requiere, por ahora. Supongo que hay muchos procesos sucediendo a la vez y esta es solo la punta del iceberg, pero lo cierto es que nunca me he sentido tan inspirada para escribir y para crear como en estas pocas semanas. Los artistas y escritores que me leéis sabéis a lo que me refiero: son esos momentos de inspiración y conexión electrizantes con lo que algunos llaman la Fuente, ese espacio o esa energía de la que surge la materia con la que creamos. Cuando esa vía está abierta llueven las sincronías, las ideas y los mensajes. Es como si la intuición estuviera más afinada que nunca y no le diera miedo entrar en acción. Me faltan horas al día para escribir. ¡Y solo con un pequeño cambio de postura! A la vez, me está sucediendo una cosa curiosa que tiene más que ver con el cuerpo y no tanto con la creatividad, pero que siento que está estrechamente relacionada con todo esto que relato, y es que me cuesta mucho, pero mucho tolerar la más mínima incomodidad física. Veréis, yo era de esas personas que se olvidaban hasta de hacer pis, de comer o de cambiar de postura si estaban especialmente concentradas en algo o en alguien. Ahora me resulta imposible no atender a estas necesidades primarias. Si me duele algo paro, si tengo sueño duermo, si no quiero ir no voy, si quiero estar quieta aunque todos se muevan, lo estoy, y si me duelen los pies, pues me quito los zapatos.
Puede que todo esto te suene a chino (ojalá no) y te preguntes qué clase de persona era antes de que, por culpa de unas clases de no sé qué, empezara a caminar derecha, que es como se supone que caminan las personas que caminan. ¿De verdad ni siquiera iba a hacer pis? Pues a veces, no. Y a veces, también, hacía cosas que me sentaban mal. O dejaba de hacer las que me sentaban bien. A pesar de todo, soy la misma, solo que me siento diferente porque ese ligero movimiento de mi eje ha iniciado una serie de cambios que sé que no se pueden detener.
Lo que quiero decir, al fin y al cabo, es que estamos cambiando todo el tiempo, seamos conscientes de ello o no. A veces deseamos mucho modificar algo de nosotros y no podemos hacerlo porque no estamos preparados para ello. Da igual cuánto nos trabajemos y cuántos libros leamos. En cambio, otras veces cambiamos simplemente porque nos quitamos de en medio, o porque nos ablandamos, como me gusta decir desde que inicié este espacio hace ya casi un año, y entonces y solo entonces, desde la suavidad, las cosas pueden resituarse ellas solas. Cambiamos porque es el momento. Ese tipo de cambios suceden porque dejamos que sucedan, y eso solo puede pasar cuando por fin estamos listos. No es tanto un esfuerzo, sino un permiso. No es tanto un plan, sino una intuición. No es tanto aprenderse unos pasos y ejecutar un movimiento, sino cerrar los ojos y danzar en la dirección que el cuerpo va sintiendo.
Acabo con algunas frases de Wilhem Reich, el padre de la Bioenergética, que tienen mucho que ver con la idea de ablandarse, de la que tanto hablamos aquí:
“Una vez que nos abrimos al flujo de energía dentro de nuestro cuerpo, también podemos abrirnos al flujo de energía en el universo”.
“Solo una cosa importa: vivir una vida buena y feliz. Haz lo que te pida tu corazón, incluso cuando te lleve por caminos que las almas tímidas evitarían. Incluso cuando la vida sea un tormento, no dejes que te endurezca”.
“Toda rigidez muscular contiene la historia y el significado de su origen”.
Otras formas de apoyar mi trabajo:
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¡Hola, Rocío! Qué interesante lo que comentas del cambio de postura, la verdad es que siempre nos han dicho que caminemos erguidas, y creíamos que era solo un tema físico (que no nos saliera chepa), pero sin duda es algo que va más allá. Me encantará leer lo que nos vayas contando sobre tus progresos con la bioenergía :-D ¡Por cierto, leí Hábitos atómicos! Y también lo recomiendo. ¡Un abrazo!
¡Qué bien sientan esos cambios!. Totalmente de acuerdo con que estos cambios se producen cuando estamos preparadas. Respecto a la postura, ser consciente y modificarla para caminar erguidas hace que nos sintamos con confianza y además transmitimos seguridad, es como un cambio en la energía que vibramos y la que atraemos.
Hábitos atómicos, lo leí hace un año y sembró la semilla del cambio, un cambio que he hecho cuando he estado lista y me he dado permiso.
Gracias Rocío.
Un abrazo suave.