Mi madre me regala esquejes de sus plantas. Flor del dinero, una suculenta no identificada, el ficus que lleva décadas en la familia y otras hierbas que no sé aún cómo se llaman. María José me trae una maceta de orégano cubano que su madre ha plantado para mí (ay, las madres). Huele a limón y es una delicia de seda al tacto.
Orégano cubano en mi ventana.
Mi pasatiempo más recurrente en este primer mes es pasear por el barrio observando qué crece en los patios y en las terrazas de mis nuevos vecinos para empezar a poblar los míos con lo que sea que se dé aquí con más facilidad. Doy vueltas, tomo fotos, uso Google Lens para saber nombres de especies… pero no me acabo de decidir a comprar ni una planta. Solo miro. Tal es mi indecisión que un día entro en un garden center y salgo de allí con un saco de sustrato. Sin ninguna planta, pero con veinte kilos de sustrato. Mientras lo llevo hasta el coche, cargado sobre mi hombro bueno, me acuerdo de la famosa escena de Dirty Dancing en la que Baby aparece en el baile clandestino con una sandía: “He traído una sandía”. “Pues yo he traído un saco de sustrato”, me digo, sintiéndome igual de confundida.
Me ocupo de regar las pocas macetas que tengo, eso sí. Algunas se mudaron conmigo y tengo un par que heredé de los antiguos inquilinos de mi casa. Un día, en uno de mis vagabundeos, robo un trocito de suculenta que me llama mucho la atención porque no la había visto antes. Sé que no debería hacer estas cosas, pero no lo puedo evitar. Quizá es una buena señal. Mi madre y mi padre siempre se llevaban trocitos de verde o semillas de allá donde fueran para luego plantarlos con ilusión en el balcón o en el patio de casa. A veces crecían cosas raras en las macetas y nadie sabía lo que eran. ¿Malas hierbas? ¿El hueso de aguacate del año pasado que al fin germinó? Yo les pido permiso a las plantas antes de cortarles un trozo, pero aun así.
La palabra que se usa cuando avistas una especie de pájaro por primera vez es “bimbo”. Con las plantas no tengo ni idea de si existe un término parecido. En cualquier caso, he hecho un bimbo verde en el vecindario. Con eso me animo un poco y empiezo a proyectar y a imaginar durante un rato qué me gustaría plantar y dónde. Tengo una terraza en la entrada con sol y sombra, un patio pequeño en el que no entra casi el sol y una terraza muy grande con muchas posibilidades y toda la luz del mundo. Varias ventanas con alféizar, también. Ojalá supiera dibujar, podría esbozar un plano para mis plantas del futuro. Emma quiere que pongamos una higuera en uno de los macetones enormes, vacíos, que encontramos en la terraza. Pero yo no me siento lista para pasar a la acción. Las decisiones pequeñas, como pedir una bebida en un bar, elegir vestido por la mañana o comprar plantas, aún me cuestan y me agobian un poco. No sé si es porque he acumulado demasiadas decisiones grandes en los últimos meses y ya no me queda espacio para lo aparentemente trivial o si más bien es un síntoma de estrés postraumático, como asegura T. Aun así, los esquejes exigen atención inmediata. Suerte que tengo el sustrato.
Los esquejes de mi madre no tienen raíces, claro, los acaba de cortar. Algunos de ellos los planto directamente en una maceta, y ya en la tierra sé que enraizarán poco a poco. Habrá brotes que mueran durante el proceso; otros se agarrarán a la vida y prosperarán. Hay especies, como el ficus, que necesitan pasar un tiempo en agua para desarrollar esas primeras raíces, y solo entonces pueden plantarse en la tierra. El trozo de suculenta robado, en cambio, debe dejarse secar unos días antes de plantarlo y regarlo, puesto que si se hace demasiado pronto podría pudrirse. Le sello la herida del tallo con un poco de canela y, al poco, incluso sin tierra y sin agua, observo maravillada cómo le han crecido unos hilos tiernos inconfundibles. Así que hay plantas capaces de echar raíces sin sustrato y sin agua, plantas tan resilientes que se alimentan solo del aire, de la luz y de la confianza en que volverán a sentir tierra algún día.
Algunos de los esquejes recién plantados en la terraza de la entrada.
En la editorial tengo tres que me tienen preocupada: un espatifilo, una zamioculcas y un anthurium. Llevan conmigo varios meses y aquí son felices, pero pronto van a hacer obras en mi edificio y tengo que llevármelas temporalmente a casa. Ellas no lo saben, pero a final de semana tendrán que afrontar una mudanza. Me da miedo que no les guste su nuevo hogar, o que las coloquemos en un mal sitio sin querer y sufran o se mueran. Las personas que tienen mucho elemento Tierra en su carácter no llevan bien los cambios de casa. Entre el gato, las plantas y yo, estamos listos. Para contrarrestar el exceso de Tierra, que si no se vigila puede acabar en rigidez, M. dice que hay que regar mucho. Agua, agua para ablandar la tierra. Pero claro, tampoco puedes pasarte: se sabe que la mayoría de plantas domésticas mueren por encharcamientos y exceso de riego.
Cinta, clorofito, lazo del amor, planta araña o malamadre. Distintos nombres para una misma cosa. Me doy cuenta de que dejé todas las mías atrás. Las echo de menos y me apena no haber pensado en cortar un hijuelo para tener alguna. Las cintas son sencillas y no piden casi nada, pero me parecen muy elegantes, y también se reproducen muy fácilmente. Para ello, hacen crecer pequeñas plántulas que se pueden cortar y son capaces de generar una nueva planta en cualquier momento.
Se me ocurre pedir a todos mis amigos, aunque no acabo de decidirme, que me regalen esquejes de sus macetas. Falta poco para mi cumpleaños. Sé que es arriesgado y podría llevarme muchos disgustos con las que mueran en el proceso, pero me empieza a gustar la idea, aunque sea por un momento, de fundar en mi terraza una guardería de esquejes, de alentarlos y cultivarlos mientras reaprendo a cultivar la confianza. Quién sabe, tal vez la primavera que viene todos tengamos unas raíces envidiables, y hasta alguna flor nueva.
¡Oh, cuántas! 😍 Muchas gracias por leerme y por compartir entusiasmo por las plantas. Un abrazo también para ti ❤️
Cuando se empieza con los esquejes, no se puede parar. Yo tengo, ahora mismo, diez cintas en mi casa, casi todas cargadas de hijos. ¡Y he dado tres! Te daba una o dos o hasta tres X'-D Me encanta que quieras llenar tus balcones, el que nos has enseñado lo tienes muy bonito. ¡Un abrazo!