Cuando nos sentimos seguras
Una de las preguntas que mi cuerpo se hace todo el tiempo, aunque antes no la oía, es: ‘¿Estoy segura aquí? ¿Es seguro descansar en este entorno? ¿Es seguro ser yo misma?’ Mi mayor aspiración en este momento de vida es sentirme segura y libre en mi cuerpo. Digo “en mi cuerpo” porque tengo claro que para que nuestra fisiología se calme y podamos dejar de repetir ciertos patrones reactivos que surgen de forma automática necesitamos encuerpar esa sensación de seguridad. No comprenderla desde la mente, sino sentirla en el cuerpo. Y sentirla todas las veces que haga falta hasta que se convierta en una posibilidad cotidiana y real, no en una idea. Es parte del trabajo que hacemos en bioenergética. Porque no es lo mismo entender que estás a salvo que sentirte a salvo. No es lo mismo saber que necesitas descansar que sentir que existe la seguridad suficiente como para permitirte descansar. No es lo mismo comprender que la perfección no existe que sentir que es seguro ser imperfecta.
Sentirse segura en el momento presente puede ser todo un reto cuando se ha convivido con estrés crónico o estrés de origen traumático. Aunque desde fuera todo parezca “normal” e incluso objetivamente exitoso, según ciertos parámetros, muchas de nosotras seguimos sintiendo en el cuerpo la inseguridad, la soledad, el vacío, la insuficiencia, la vergüenza, la inadecuación, la sensación de no pertenencia… la sospecha permanente de que no existe un lugar en el que descansar.
Cuando nos sentimos seguras, en cambio, se despierta nuestra curiosidad, nuestra compasión, nuestra capacidad para relacionarnos de forma auténtica y vulnerable en la intimidad, para jugar… para sentir gozo. Sin seguridad no hay nada de eso. Sin seguridad no puede existir libertad porque destinamos una cantidad increíble de energía solo a detectar posibles amenazas y a protegernos. Cuando nos sentimos seguras ya no tenemos que actuar sobre seguro. Cuando nos sentimos seguras nos arriesgamos, porque surge de forma natural la disponibilidad para probar cosas nuevas, para conocer a gente nueva, para establecer límites amorosos, para dejar atrás hábitos que ya no sirven o que nos perjudican. Cuando nos sentimos seguras podemos crear una vida que honre el ritmo sagrado de nuestro cuerpo y la llamada urgente de nuestra alma.